En Dinamarca, la credibilidad y la capacidad de las inspecciones ambientales municipales están en duda tras la rotura de un dique y un deslizamiento de tierra en un depósito danés de suelo contaminado. Desde finales de diciembre se están realizando esfuerzos en el noreste del territorio continental danés para evitar una catástrofe medioambiental, mientras se extiende una montaña de millones de kilos de suelo contaminado.
La contaminación del suelo supone un peligro para el suministro de agua potable y amenaza con extenderse hacia el Kattegat a través de algunos ríos. La limpiadora de suelos Nordic Waste es uno de los mayores procesadores de suelos especializados del norte del país y, en algunos lugares, tiene una altura de almacenamiento de más de 70 metros. Un informe estima que tres millones de metros cúbicos de suelo, que pesan alrededor de cinco millones de toneladas, se están moviendo hacia abajo a casi 10 metros por día.
En la limpiadora de suelos Nordic Waste se almacenó, entre otras cosas, tierra de fosas comunes limpiadas de visones y animales de peletería de Dinamarca y Noruega, después de los sacrificios masivos durante la época del coronavirus. La empresa es propiedad de una rica familia danesa, pero se declaró en quiebra poco después de la rotura del dique.
Ahora los costes de la limpieza amenazan con recaer sobre los hombros de los ciudadanos. Dada la continua incertidumbre sobre quién será responsable en última instancia de los costes y daños, la situación en torno a Nordic Waste sigue siendo un tema candente en Dinamarca.
Dinamarca ha reaccionado con sorpresa ante la magnitud de los problemas que rodean a los residuos nórdicos. No sólo afecta al medio ambiente, sino que también cuestiona la eficacia de la protección y regulación medioambiental en Dinamarca. A medida que las autoridades locales y las agencias ambientales trabajan para contener los derrames, aumentan los pedidos de regulaciones más estrictas.
Los partidos políticos están considerando eliminar las inspecciones ambientales de dichos depósitos de los municipios y ampliarlas al nivel provincial o nacional. Incluso se habla de revocar las aprobaciones medioambientales municipales concedidas anteriormente en respuesta al escándalo de Nordic Waste.
Un informe de TV2 mostró que el director de Nordic Waste también había dimitido de la junta directiva de Sund & Bælt, la empresa detrás del puente Great Belt. El multimillonario es duramente criticado porque debido a la quiebra no se le puede responsabilizar suficientemente. Además, causa revuelo el hecho de que sus propias empresas reclaman muchos millones a la quebrada Nordic Waste.
A raíz de esta crisis, Dinamarca parece estar enfrentando un punto de inflexión en su enfoque de la protección ambiental. El escándalo de Nordic Waste no sólo ha expuesto las vulnerabilidades del sistema actual, sino que también ha intensificado la urgencia de llevar la gestión ambiental al siguiente nivel.