El gobierno polaco ha decidido posponer nuevamente la prohibición prevista de la importación de alimentos para animales genéticamente modificados (OGM). Originalmente se pretendía que la prohibición entrara en vigor a partir de enero de este año, pero ahora se ha pospuesto cinco años hasta 2030. Esta decisión está motivada por la disponibilidad limitada actual de opciones alternativas de alimentación animal.
Hace años, la Unión Europea había elaborado directrices para limitar el uso de piensos transgénicos. Estas directrices surgieron de preocupaciones sobre posibles efectos en la salud y del deseo de proteger la biodiversidad. Los países del EU acordaron hacer la transición a piensos libres de OGM paso a paso. Sin embargo, el momento exacto y la implementación de estas prohibiciones variaron según el país.
Sin embargo, el mes pasado la Comisión Europea autorizó la importación y uso de dos nuevas variedades de maíz genéticamente modificado, tanto para consumo humano como para alimentación animal.
Esa aprobación se produjo después de una evaluación exhaustiva por parte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Esta aprobación significa que los agricultores y fabricantes de alimentos europeos ahora pueden seguir utilizando estas variedades de maíz transgénico.
La razón principal del aplazamiento en Polonia es la dependencia de la soja transgénica importada (principalmente brasileña), que en gran medida está modificada genéticamente. Este producto es esencial en la ganadería polaca como fuente de proteínas para la alimentación animal.
Las alternativas locales, como la harina de soja europea u otras fuentes de proteínas libres de OGM, actualmente no están suficientemente disponibles o son significativamente más caras. Esto aumentaría los costes de producción para los agricultores y debilitaría la competitividad del sector agrícola polaco.
Polonia no es el único país que lucha con la implementación de la prohibición de los OGM. Varios países del EU han implementado previamente flexibilizaciones o aplazamientos. Alemania y España, por ejemplo, han mostrado cierta flexibilidad en sus políticas, dada la alta dependencia de los piensos importados y los desafíos para encontrar alternativas viables.
Francia, a pesar de las estrictas regulaciones sobre OGM, también ha permitido excepciones para ciertas importaciones de alimentos para animales para garantizar la continuidad en el sector agrícola.